Encrucijadas ajenas fuerzas armadas

. lunes, 26 de enero de 2009

Javier Ibarrola, Milenio Diario
Miércoles, 14 Enero, 2009

Cuando en 1995 el país se hundía en una crisis financiera y económica parecida a la de hoy y los rumores de que el Ejército había sacado los tanques a las calles en un golpe de Estado, el presidente Ernesto Zedillo entró en pánico.
Desde luego los rumores de los tanques y del golpe de Estado no eran más que eso, pero de cualquier manera, daño lo hubo, dada la repercusión que tuvo entonces en los mercados bursátiles y tipo de cambio.
El embajador de Estados Unidos en México, James Jones se adelantó a declarar que su gobierno ya investigaba el origen de los rumores, mismos que habían sido difundidos por una agencia estadunidense de noticias, para castigarlos conforme a sus leyes.
Sin embargo, Zedillo veía como su “plan anti-crisis”, llamado entonces “Alianza para la recuperación económica”, Apre, podía irse al fracaso.
Así, unos días después de los rumores, en noviembre de ese año, el alto mando militar, incluyendo a todos los comandantes de zona y regiones militares, acudieron a la residencia oficial de Los Pinos a ofrecerle al Presidente todo su apoyo y a conocer de paso las bondades de la Apre.
El entonces secretario de la Defensa Nacional, general Enrique Cervantes Aguirre dijo en esa ocasión que la cuestión económica era de vital significación para el país, “y en las Fuerzas Armadas no queremos escatimar presencia, actitud, ánimo y acción para coadyuvar de manera efectiva y entusiasta a esta recuperación”.
Era obvio que Zedillo y su gabinete no iban a poder resolver solos el problema económico del país, si no contaban con el apoyo de las fuerzas armadas. Y Cervantes Aguirre se los dio a manos llenas.
No sólo eso, sino que esa misma semana, Cervantes Aguirre se reunió en privado con los integrantes del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios para convencerlos de la lealtad que demostraban al Presiente y su “plan anti-crisis”.
Esa era la forma en que los militares seguían la línea de sumisión al poder civil, sobre todo después de que Zedillo ponderó la actitud de las fuerzas armadas, después de los rumores, diciendo que el ejemplo que dan al país está vigente, “para continuar avanzando unidos en el desarrollo de una democracia integral en la que nos reconozcamos, nos identifiquemos y participemos todos”.
Años después sería el primer secretario de la Defensa Nacional de un gobierno no priista, el general Gerardo Ricardo Clemente Vega García el que le diría a Vicente Fox, quizá no en condiciones de crisis similares, por más que su gobierno siempre estuvo en crisis, que el Ejército siembre había visto al gobierno afrontar sus encrucijadas y siempre las hizo propias por razón de Estado.
Pero hoy en día es otra cosa, aunque el país viva una crisis como la que azota al mundo, pues privan similitudes con el pasado que no es posible dejar de lado.
Los rumores ya no tienen el mismo carisma, porque no son necesarios ante la realidad. La inseguridad pública y el poderoso tráfico de drogas tienen al gobierno contra la pared.
Su plan anticrisis ha sido criticado por todos los sectores y lo que llama mucho la atención es que en esta ocasión el alto mando militar no se haya hecho presente ante el poder civil para brindarle abierta y públicamente su apoyo en este terreno.
Sólo se vieron, muy adustos, los secretarios de la Defensa Nacional y el de Marina Armada de México el día en que Felipe Calderón anunció su criticado plan anticrisis, pero hasta ahí.
Y ahora, por si algo faltara, surge en el norte del país, donde el narcotráfico controla vida y haciendas, un rimbombante “Movimiento Armado del Norte”, lanzando como carta de presentación una “declaración de guerra”, al estilo EZLN, “con el objetivo de defender la soberanía del pueblo mexicano, sobre las agresiones del capital extranjero, el imperialismo y los abusos e injusticias del actual gobierno, teniendo como base fundamental las ideas y principios sociales”.
A estas alturas la aparición de este tipo de grupos causa más daño que un rumor sobre un golpe de estado. Mal haría el gobierno de Calderón si no los toma en serio.
El asunto no es menor, toda vez que dicho Movimiento dice haber “infiltrado organismos tales como las Embajadas de México en el exterior, la Procuraduría General de la República y procuradurías locales, el Congreso Nacional y congresos locales, la Policía Federal Preventiva, la Agencia Federal de Investigaciones, el Centro de Investigación y Seguridad Nacional y en las propias Fuerzas Armadas; además de las paraestatales, Petróleos Mexicanos, Comisión Federal de Electricidad, Comisión Nacional del Agua, entre otras”.
No se puede dudar de la lealtad de las fuerzas armadas hacia el poder civil, por más que este no responda más que con una democracia que no sirve, pero su aparente seden hacia el plan anticrisis de Felipe Calderón, por lo menos hace pensar que esta encrucijada no la van a hacer propia, ni como razón de Estado.

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