La familia Vargas sufrió la desesperación e impotencia que genera el saber que se está sólo con su dolor ante el secuestro de su hija, que nadie en la sociedad tiene el compromiso de denunciar, y las autoridades muestran indolencia sea por negligencia, incapacidad o colusión con los criminales. Se requiere de mucho valor tener que tragar el coraje que genera esta situación, pues todo sonó a burla.
Y para cerrar con broche de oro el proceso, la delincuencia o autoridades plasmaron su firma asaltó la parroquia La Esperanza de María en la Resurrección del Señor, donde se realizó una misa en memoria de la joven Silvia Vargas la madrugada del viernes.
En su mensaje el sacerdote Luis Monroy levantó los aplausos de los asistentes cuando llamó “sinvergüenzas” a los peritos que acudieron al templo un día después de que se había consumado el robo.
El caso es que pasada la indignación del crimen de Silvia Vargas, como antes de Fernando Martí, todo seguirá igual. La regla que siguen las autoridades es hacer como si trabajan y esperar que en el tiempo todo se calme.
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